por Simón Bolívar
Mi encantadora Manuela:
Tu carta del 12 de setiembre me ha encantado: todo es amor en ti.
Yo también me ocupo de esta ardiente fiebre que nos devora como a dos niños.
Yo, viejo, sufro el mal que ya debía haber olvidado.
Tú sola me tienes en este estado. Tú me pides que te diga que no quiero a nadie.
¡O no!, a nadie amo: a nadie amaré.
El altar que tú habitas no será profanado por otro ídolo ni otra imagen, aunque fuera la de Dios mismo.
Tú me has hecho idólatra de la humanidad hermosa o de Manuela.
Créeme: te amo y te amaré sola y no más.
No te mates. Vive para mí, y para ti: vive para que consueles a los infelices y a tu amante que suspira por verte.
Estoy tan cansado del viaje y de todas las quejas de tu tierra que no tengo tiempo para escribirte con letras chiquititas y cartas grandotas como tú quieres.
Pero en recompensa si no rezo, estoy todo el día y la noche entera haciendo meditaciones eternas sobre tus gracias y sobre lo que te amo, sobre mi vuelta y lo que harás y lo que haré cuando nos veamos otra vez.
No puedo más con la mano. No sé escribir.
Fuente:
Archivo del Libertador, vol. 170, f° 161. Original.
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